CUANDO LOS AMIGOS, SE VAN

Estamos tocados, es verdad. El 2020 se recordará como el año en que el mundo en general y nuestro entorno en particular, vivió de sobresaltos, temores y muchos miedos.

Es que la situación está así. Al amanecer y al anochecer, nuestras plegarias no cesan  para rogar nos cuide, a la familia y amistades, protección. Estamos ante un enemigo que no distingue edades, raza o religión, status social, económico o político.

La pandemia se está llevando a familias enteras, grandes amigos, profesionales destacados, reconocidos deportistas, buenos empresarios, en fin.  Vemos a diario, cómo el coronavirus arranca del seno familiar, a uno de los nuestros. Basta que falte uno, en la mesa, ya resulta una desgracia incalculable.

En muchos de los casos, nos resistimos aceptar la realidad, pero esta enfermedad es letal. Muertes como la del carismático médico Jhony Cano, y a los pocos días sus padres, cuando tenía  un mundo por delante, nos conmueven.  Cómo no sentirse tocados, cuando Daniel Villacorta Martínez, esposa e hijo Richard fueron presa de esta terrible pandemia, hasta separarlos en la eternidad. 

En esta lista fúnebre, que cada día se incrementa, también merece mención especial, la jefa de obstetras del Hospital «VRG» Etelvina Minaya Jara, ocurrido la primera semana de junio, partida que dejó un vacío irremplazable por las cualidades de persona que fue. 

La lista, es realmente larga. Cómo no quedarnos desconcertados, con partidas como la de Lucho Morales, un amigo de perfil bajo, pero que tenía grandes pasiones como música por su impresionante colección, padre y abuelo a la vez. El caso del mismo Juan Carlos Norabuena, joven comunicador, cuya muerte resulta inverosímil hasta ahora, o la del ex presidente de la APAFA de la GUE «GMTL» Braulio Huamán Aguilar y hace algunas horas, la del trabajador de la DREA Ancash Telésforo Vidal, deportista, árbitro de fútbol y muy querido servidor de educación, amable y servicial, de esos que ya no hay.

También se puede contar la otra lista, de aquellas personas que fallecieron por enfermedades distintas al covid-19, pero a quienes no pudimos despedirnos como debiera ser, en medio de la multitud, hasta el mismo lugar de su última morada. Esta pandemia, nos quitó ese derecho de la despedida física, terrenal. En esa misma línea, en estos momentos, encontramos a centenas y miles de personas batallando por recuperar sus vidas, aferrándose al respiro normal. Vaya para ellos también, nuestras súplicas divinas.

El momento actual, pasará, ojalá prontamente, aunque el costo haya sido incalculable en preciosas vidas, en tanto suceda ello, nos corresponde (y es una obligación) cuidarse al máximo. El enemigo es invisible, ronda en nuestro alrededor.

Dios nos ayude a superar prontamente esta pesadilla universal. 

 

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